Punto de vista

La sensación de seguridad también es una cuestión de género

El otro día asistí a una cena con mis colegas y al día siguiente debía trabajar, por lo que fui la primera en irme. Salí sola del restaurant al auto, pero antes de dejar el comedor, saqué las llaves de mi cartera y no perdí tiempo buscándolas al llegar al carro, así que subí rápidamente, para conducir de regreso a casa.

Al llegar, y ya tranquila, me puse a pensar qué otras cosas hago para no correr peligro cuando salgo sola.

Por ejemplo, si salgo a juntarme con amigas que viven lejos de mí, voy en mi auto, aunque eso signifique que sólo podré beber bebidas o jugos. La razón es que jamás me subo a taxis por la noche si haré la corrida sola.

Jamás camino por las calles de noche, mucho menos transito por calles desoladas o poco concurridas, para no exponerme a algún peligro.

De niña lo primero que me enseñaron y advirtieron era que no debía hablar con extraños, claramente es una política que como periodista es imposible seguir practicando. Sin embargo, si algún extraño me aborda de noche en la calle, ni siquiera escucho, sigo caminando.

En mi primer viaje sola al extranjero aprendí, a solicitud de mis papás, que si iba a una discoteque y compraba un trago y luego aceptaba bailar, no volviera a beber de él, porque podían haberle colocado alguna sustancia al vaso.  Así es que, jamás he descuidado mi vaso en un lugar público.

No tengo hermanos, entonces nunca hubo alguien que saliera conmigo y me cuidara, por lo que mis papás me llenaban de recomendaciones.

Mi padre siempre me recomendaba que nunca utilizara el mismo camino todos los días, ni tampoco la misma hora. Y es algo que hasta el día de hoy cuido de no hacer.

Como verán es una serie de resguardos que tomo para llegar sana y salva a casa.

Si miro hacia atrás, recuerdo que iba a buscar a mis amigos y sus papás nunca los llenaban de consejos como a mis amigas o a mí. Y ahora que estoy más vieja y descubro la cantidad de precauciones que tomo, me pregunto cuántos hombres tomarán tantos resguardos cuando andan solos por la calle.

Una noche en Santiago fuimos a cenar con unos amigos, y nos estábamos hospedando cerca del parque Salvador, propuse tomar un taxi de regreso, pero ellos dijeron que no, que mejor nos íbamos caminando.  Y así fue como rodeamos el Mapocho, luego lo cruzamos y atravesamos el parque Salvador a las 2 a.m. y ellos iban con la tranquilidad de quien hace ese recorrido a las 12 del día, yo por mi parte, sólo quería llegar pronto al departamento.

A propósito de esta columna le pregunté a algunos amigos qué resguardos toman cuando salen de noche, y respondieron que, si regresan muy tarde, toman taxi y tratan de no girar dinero en cajeros ubicados en lugares muy apartados, pero sólo eso.

Entonces me puse a pensar que todos los cuidados que tomo no sólo son para que no me asalten, sino que además como mujer, mi temor – adicional – es ser víctima de una violación.

De acuerdo a las cifras manejadas por la Fiscalía de Chile y publicadas por El Mercurio en septiembre del año pasado, entre el 2007 y el 2016 ingresaron 51.930 víctimas por violación, de las cuales el 86,2% fueron mujeres y el 13,8% correspondió a hombres. De estas cifras 1.258 de estas personas sufrieron robo con violación.   De este total de casos procesados 52 fueron violaciones con homicidio.

O sea, mis miedos no son infundados, las mujeres no sólo tememos que un ladrón nos intercepte cuando andamos en la calle, también nos preocupa que nos asalten, nos violen y lo peor, nos maten.

Hoy a mis 41, siento que no sólo debemos avanzar en igualdad en temas de sueldos, valores en los planes de las Isapres, sino también en cómo las mujeres podemos transitar más seguras por las calles de nuestro país.

Por Carolina Rivas Gutierrez.

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