Los horribles asesinatos de Ámbar de 1 año y Almendra de 3, así como los “casos Sename”, son la más reciente muestra de cómo los niños en nuestro país siguen siendo vulnerados de la forma más brutal que pueda existir.
Están sufriendo los efectos de una sociedad enferma, insana, ignorante y de un Estado negligente. El punto es que más allá del delito, tal vez las amenazas están más cerca de lo que pensamos…
Un estudio de la ONG World Vision , describe que la mitad de las familias chilenas utiliza la violencia para criar a sus hijos. Una cifra alarmante por decir lo menos:“cachetadas, golpes, amenazas, castigos psicológicos”.
Seguimos criando bajo la “cultura del golpe y el grito”. Con esto se consolida la creencia de que la mejor forma de aprender es a través de la agresión y el miedo. Y obviamente eso es imposible.
Una vez más se repite la historia: Seguimos con las pésimas costumbres ancladas en nuestra sociedad por generaciones.
Soy mamá, reconozco que es fácil perder la paciencia con los hijos, y también reconozco que descontrolarnos con ellos es nuestra responsabilidad, de nadie más. Reconozco que la violencia por muy a “baja escala” que sea, sigue siendo violencia y puede dejar múltiples cicatrices.
Por eso es hora de decir ¡basta! Pedir ayuda, si como papás se nos van de las manos algunas situaciones; hay programas gubernamentales dedicados especialmente a este tema (Chile Crece Contigo). Denunciar si advertimos señales de maltrato en nuestro círculo cercano. Tener claro que el abuso físico y psicológico marcará a nuestros niños y por ende, el futuro de una sociedad. No olvidemos que los niños deben ser felices, ser amados, ser criados de forma respetuosa y en base al cariño y el tiempo de los adultos… ¡Es su derecho!
Por nuestra colaboradora, Carla Olivares Vergara.
