Punto de vista

Sobre sapos y ranas

Hace unos días haciendo zapping, me topé con una de las producciones de Disney que tiene por título “La princesa y el Sapo”. El argumento es bastante distinto al acostumbrado, y por lo mismo, comencé a analizar algunas cosas…

La antigua historia contaba que una vez que la princesa besa a la rana en el estanque, esta se convierte en el hombre de sus sueños…. Un príncipe encantado que la lleva a su palacio donde viven felices por siempre.

En esta nueva historia en cambio, la cosa es bastante distinta… Ya que cuando la princesa besa a la rana, en lugar de que el anfibio se convierta en su adorado príncipe…¡Ella se transforma en ranaaaa!… Uffff ¡Peor!

¿Qué nos habrán querido decir con esto? No lo sé…  Y aunque el argumento final de la película llega a lo mismo de siempre: Que el amor todo lo puede; me da la impresión que tal vez esas cosas pasan -en sentido figurado por cierto- e incluso frente a nuestros ojos.

¿Quién no se ha convertido en sapo o en rana cuándo se fija en la persona equivocada?… ¿Quién no se ha trasformado alguna vez cuándo la o lo han desilusionado?… ¿O tal vez cuándo tienes la convicción que el príncipe encantado o la princesa de tus sueños te va a llevar por un camino lleno de plumas y al final debes comprender que ese camino es en realidad un horrible charco estancado del que debes salir corriendo?

Tal vez en un comienzo todos somos princesas y príncipes idealizados por nuestras parejas. La pasión brota a borbotones por donde se mire y eres protagonista de una historia maravillosa… Pero a medida que vamos avanzando, sin siquiera darnos cuenta, todos nos convertimos o mutamos en algo…

La cosa es ¿Amaremos a esta rana por toda la eternidad?

Tal vez nuestro ideal siempre ha sido esa rana, lo mismo puede ser para ella, y cuando iniciamos una nueva relación es el paso a paso lo que importa… Sólo que a veces ocurre, que por más que pongamos de nuestra parte la rana elegida no cambia, y al contrario, cada vez retrocede más al estado de renacuajo.

O puede que con el tiempo, ambos sufran una mutación y se trasformen en príncipes y princesas a los ojos del otro… Que uno sea realmente el complemento de la pareja ¿Quién tiene la certeza al iniciar una relación?… Yo no.

Yo sólo sé que la rana indicada, la rana que debiera estar hecha para mí, aún no asoma la nariz o su feo hocico por mi camino… Tal vez tampoco lo haga en el corto plazo, pero ya estoy cansada de mandar sapos al estanque a seguir con su festín de moscas.

Tanto así que mejor he pensado en cambiar de estrategia, salir del estanque y seguir el camino amarillo -ese que seguía Dorothy en el mago de Oz-. Tal vez de esta manera retome realmente el camino a casa…

Puede que no encuentre a la rana que se transforme en el príncipe de mis sueños, pero con un hombre de lata que tenga un corazón verdadero y trasparente me basta.

 

Por Mireya Ponze

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