Aplausos para el importante paso que está dando Chile al legislar sobre la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo. Una iniciativa que, si bien es compleja y tal vez necesita mejoras, significaría un gran y positivo cambio cultural.
No obstante, es primordial poner el acento en el bienestar de los niños. Que no se trate sólo de una “batalla” entre los grupos conservadores y los más liberales o el activismo homosexual. La legislación en este ámbito va más allá de una competencia por ganar terreno o reivindicaciones, es mucho más profundo que eso. Por lo mismo también entiendo las aprehensiones que algunos puedan tener respecto al tema, dejando de lado claro, prejuicios retrógrados y sin ningún sustento.
A mi juicio, el ser buenos padres adoptivos o biológicos no tiene que ver con la condición sexual. Tiene que ver con el estar preparados para sobrellevar una responsabilidad tan grande y a la vez hermosa de cuidar y guiar el destino de un niño, una niña o adolescente.
Por eso la Ley debe poner hincapié en los derechos infantiles, en los deberes de dichas parejas. Asegurar que quienes adopten entreguen amor y seguridad a sus hijos. Que los nuevos padres les permitan crecer sanos física y emocionalmente.
Definitivamente un gran avance en la Ley de Adopción sería integrar al proceso a las parejas del mismo sexo. Lo veo como una oportunidad para tantos niños que hoy viven a su suerte. Tantos niños maltratados incluso en centros estatales, niños que imploran una familia, cualquiera sea su constitución.
Por Carla Olivares Vergara