Editorial

25N

Hace 20 años en el planeta se conmemora el Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer, pero poco se ha avanzado en su erradicación… algunas/os incluso pueden señalar que nada, y con justa razón.

El matrimonio infantil y la mutilación de genitales aún suma millones de víctimas en el mundo, así como la trata de mujeres, violaciones y asesinatos; algunos de los tipos de violencia más crueles, pero lamentablemente no los únicos.

Este es el contexto en que se enfrenta un nuevo 25 de noviembre, un día en que mujeres de diferentes latitudes levantan la voz por exigir respeto y el derecho de vivir libres y seguras.

Grito que en Chile representa a las 41 mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas en lo que va del año. Mujeres como Katherine Fernández Quintero, que fue asesinada a 24 hrs. de iniciar los actos conmemorativos de este día Contra la Violencia hacia la Mujer.

Hoy también cobra relevancia recordar otros casos que este año han encarnado la violencia machista, como el de Fernanda Maciel y el de la joven copiapina Catalina Álvarez. Este último dejó al descubierto la negligencia del sistema judicial que de haber actuado en forma rigurosa hubiese evitado el triste desenlace de la adolescente.

Pero, para su pesar y el de todas/os nosotras/os, las organizaciones feministas tienen una agenda aún más amplía este 25N en Chile, ante las 64 denuncias a efectivos policiales de ejercer violencia sexual contra niñas y mujeres desde el 18 de octubre, cuando se originó el estallido social.

Denuncias que esperaban abordarse en la Comisión de Mujer y Equidad de Género de la Cámara de Diputados programada en el marco de este día, pero que no se llevó a cabo por falta de quórum, siendo la gran ausente la ministra de la Mujer, Isabel Plá, autoridad fuertemente criticada por diferentes grupos feministas, ante su displicente silencio frente a hechos irrefutables de violencia contra las mujeres durante el último mes.

Pero no es sólo su silencio el que duele y enoja a gran parte de las mujeres del país, sino también el de un sistema que no sólo perpetúa las inequidades sociales, sino también la de género, porque del discurso a la acción pareciera no haber avances reales, sólo un espejismo cada vez más insostenible.